El bajo coste unitario en la producción, su peso ligero, su durabilidad, así como su flexibilidad, son algunas de las ventajas que tiene el plástico respecto a otras alternativas -como los metales o el papel- para el empaquetado de bebidas y comidas que se ponen en el mercado.
Sin embargo, este material, que supone el 52% del empaquetado comercial a nivel mundial, acarrea un elevado impacto ambiental. Según el informe “Repensando los plásticos de un solo uso”, elaborado por la institución financiera Citi, del total de productos plásticos que se ponen en el mercado global, apenas el 14% se recicla. El 86% restante, aduce el documento, va a parar a los vertederos y a las masas de agua. En consecuencia, a fin de preservar el medio ambiente y la salud de las personas, los gobiernos tanto locales como nacionales están empezando a legislar para reducir el consumo de productos empaquetados o fabricados con este material, especialmente cuando se trata de los no reciclables.
Es el caso de, por ejemplo, Bangladesh, Reino Unido, la comunidad autónoma de Baleares y la UE en su conjunto, que ya han prohibido o van camino de prohibir la comercialización de los plásticos de un solo uso, como son las bolsas de la compra, las vajillas desechables, los bastoncillos o las cuchillas de afeitar. En el continente africano, un total de 25 países tomaron la misma decisión, sobre todo entre los años 2014 y 2017.
Por su parte, China, que hasta ahora había sido un gran importador de plástico -recibiendo el 50% de las importaciones del mercado global- anunció a principios de este año que dejaría de importar este material. Así, China a pasado de importar cerca de ocho millones de toneladas métricas de plástico en 2016, a prácticamente cero en 2018, sostiene el informe de Citi.
Impacto sobre la industria
La retirada de China del mercado del plástico ha supuesto “un colapso en el precio de los plásticos recuperados y un exceso de oferta en los puertos occidentales”, indican los expertos. La UE también avanzó que, una vez se apliquen plenamente sus prohibiciones al plástico no reciclable en 2030, estos cambios podrán costar a las empresas más de 3.500 millones de dólares al año.
Pero, ante este nuevo paradigma, “la industria del plástico no se ha quedado de brazos cruzados”, advierten desde Citi. “Las empresas químicas están adaptando sus carteras y prácticas hacia estrategias más respetuosas con el medio ambiente, centrándose en el pesaje ligero de sus productos, invirtiendo en empresas de reciclaje de plásticos, mejorando los sistemas de reciclaje y creando polímeros de base biológica”, señalan. Los especialistas de esta institución financiera autora del informe, recomiendan establecer incentivos económicos para el desarrollo de productos que incluyan los criterios medioambientales que se requieren ahora, que hasta la fecha tienen un mayor coste.
A su juicio, la solución no está en sustituir el plástico por el papel, pues “no está claro que éste sea una mejor alternativa”, sino en el eco-diseño de productos hechos de plástico, pero 100% reciclable, aprovechando así las ventajas que presenta el plástico respecto a otros materiales y evitando el impacto ambiental y los efectos de salud derivados de la gestión de los residuos.
En este sentido, recalcan la necesidad de invertir en cambiar los hábitos de consumo de la sociedad, de forma que se dejen de consumir los productos de un solo uso no reciclables y se opte por aquellos que sí son respetuosos con el planeta, aun si éstos acarrean -por el momento- un mayor coste monetario.