David Álvarez, director ejecutivo de Ecoacsa Reserva de la Biodiversidad, abre una serie de tribunas de opinión escritas por expertos en medio ambiente y gestión de los recursos urbanos que iremos publicando regularmente en este blog. David Álvarez es experto en capital natural y gestión de los servicios naturales, básicos para la correcta planificación de las zonas verdes urbanas.
Las zonas verdes urbanas son buenas para todos. Aportan multitud de beneficios sociales, ambientales y económicos como espacios para el deporte, la recreación y el disfrute estético; favorecen el bienestar psicológico y físico; filtran los contaminantes y el polvo del aire; capturan CO2; proporcionan sombra y temperaturas más bajas en las zonas urbanas, e incluso reducen la erosión del suelo en nuestras vías fluviales. Además, son fuente de empleo directo asociado a actividades empresariales que facilitan el uso y disfrute de los espacios verdes.
Su valor indiscutible como custodios de nuestro bienestar hace que los espacios verdes urbanos sean disfrutados cada vez con más frecuencia y para un abanico creciente de actividades. Esto ha contribuido a la proliferación del desarrollo de programas que contribuyen a su mantenimiento y que aseguran su capacidad de seguir ofreciendo servicios que permitan prosperar a las personas y a las comunidades.
A pesar del peso específico que las áreas verdes urbanas tienen para la ciudadanía, su gestión afronta numerosos retos. Un ejemplo es que su uso cada vez más regular por parte de una ciudadanía en aumento (un 57 % de la población de Reino Unido visita sus parques locales al menos una vez al mes) exige un esfuerzo continuado por que los parques sigan proporcionando sus servicios. A esto hay sumar que, de forma generalizada, los presupuestos de los municipios para conservación de las áreas verdes van en descenso, por lo que se está perdiendo personal cualificado dedicado a su gestión y conservación y, consecuentemente, la calidad de los parques se está resintiendo en los últimos años. Esto choca frontalmente con el aumento de la exigencia en la calidad del servicio por parte de los ciudadanos y con el potencial de los servicios que los parques ofrecen a la sociedad.
Otros desafíos son los nuevos modelos de gobernanza y gestión públicas, criterios ambientales más estrictos y el impulso de la corresponsabilidad de los ciudadanos. En este entorno de retos y necesidades, el enfoque de capital natural facilita información basada en la evidencia científica sobre el valor de los beneficios suministrados por la naturaleza. También permite realizar una evaluación cualitativa, cuantitativa y monetaria de los beneficios de los entornos verdes, lo que resulta crítico a la hora de tomar decisiones que afectan a la planificación de las urbes.
En los paisajes urbanos, los activos de capital natural son nuestros parques, ríos, árboles, las cubiertas verdes… La evaluación y la contabilidad del capital natural aportan datos para saber qué proyectos resultarán más beneficiosos para los ciudadanos por proveer servicios más valiosos. El enfoque de capital natural es un marco que abre vías a nuevos instrumentos para posibilitar el acceso a la financiación de ecosistemas verdes urbanos (bonos verdes, mecanismos de compensación), contribuye al mejor desarrollo y comprensión sobre el potencial de las infraestructuras verdes y fomenta la innovación en la gestión urbana.
Algunos ejemplos de ciudades que ya utilizan este enfoque son las británicas de Londres y Stirling, y Madrid. La City lo ha aplicado para conocer la viabilidad de su plan estratégico para los próximos 25 años, y el análisis ofrece resultados muy interesantes. Los parques y espacios verdes londinenses aportan 91 millones de libras en beneficios económicos, sociales, ambientales y para la salud; y, por cada de libra invertida en la conservación de los parques y espacios verdes, los londinenses disfrutan de al menos 27 libras de valor equivalente. Además, los parques de la capital británica evitan un gasto anual en salud de 950 millones de libras.
Por su parte, Madrid ahorra al año 27,5 millones de euros gracias a su bosque urbano y la ciudad de Stirling ha incluido en su plan estratégico de planificación urbanística un estudio de servicios ecosistémicos que monetiza los beneficios que estos servicios aportan a la sociedad en las diferentes alternativas de planificación.
Al disponer de esta información, los gestores urbanos están en posición de promover el valor socioeconómico de nuestros espacios verdes públicos, y de determinar modelos futuros más capaces de asegurar la financiación e inversión necesarias que garanticen su mantenimiento a largo plazo por el bien común.