Entre el 17 y el 25 de noviembre se celebra la Semana Europea de la Prevención de Residuos, una ocasión para recordar la importancia de la buena gestión de los residuos y la cantidad de acciones que desde nuestros territorios pueden realizar administraciones públicas y ciudadanía.
El modelo productivo y los hábitos de consumo de los países ricos han derivado en una situación “insostenible” en el sentido ambiental, económico y social del término. Como consecuencia del consumo exacerbado -acentuado sobre todo en las últimas décadas- los residuos domésticos pesan hoy el doble de lo que pesaba en 1970. En 2011, cada ciudadano de la Unión Europea generó un promedio de 500 kilos de residuos.
Este modelo productivo -fabricación, transporte y distribución para satisfacer tal demanda de productos- es culpable del 50% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climáticos. Además, la sobregeneración de residuos está contaminando los ecosistemas terrestres y marinos al tiempo que la gestión urbana de ese aumento de los residuos sólidos municipales precisa una mayor infraestructuras de recogida y tratamiento, por lo que supone una carga adicional para las arcas públicas regionales y locales.
Estos son los principales motivos que justifican la existencia de una “Semana Europea para la Prevención del Residuo” (EWWR, por sus siglas en inglés), tal como se explican en la página web del proyecto. Con esta iniciativa, promovida entre el 17 y el 25 de noviembre, diferentes agencias y organismos de la Unión Europea y de sus Estados miembro -entre otras, la Comisión Europea, la Administración de Energía y Medio Ambiente de Bruselas, la Agència de Residus de Catalunya o el Comité Europeo de las Regiones- pretenden concienciar a la ciudadanía sobre la necesidad de reducir, reciclar y reutilizar.
A lo largo de esa semana, se organizará una multitud de actividades en los municipios, empresas, instituciones académicas u organizaciones que deseen participar, las cuales estarán orientadas a cada una de estas tres erres. Así, en la “R” de reducción, los promotores de la EWWR recomiendan organizar campañas de sensibilización, sobre todo de formato vídeo, y de difusión en redes sociales, así como iniciativas para usar menos recursos, como la acción “Agua de Bar”, consistente en degustar a ciegas diferentes tipos de agua -incluida la del grifo- y retar a los participantes a que los diferencien.
Para fomentar la reducción del empaquetado en los productos se pueden hacer actividades como comparar los carritos de la compra para comprobar quién compró productos con menos embalaje o cómo se ha podido mejorar la compra para evitar el sobreenvasado. En cuanto a la prevención del desperdicio alimentario, las propuestas incluyen talleres de cocina con sobras de comida o sesiones formativas de compostaje casero, entre otras.
En el ámbito de la reutilización, se podrían organizar, por ejemplo, “flee markets” o mercados de segunda mano para vender ropa, libros, muebles, aparatos electrónicos en desuso o talleres de reparación. Para mejorar las tasas de reciclaje, la EWWR se centra principalmente en la información, con ideas como crear guías de clasificación fácilmente comprensibles para los hogares para su posterior distribución entre el público objetivo.